Mi procesador es...

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jueves, 28 de diciembre de 2006

martes, 12 de diciembre de 2006

Como superar el fracaso

Como superar el fracaso
Romanos 7:15-20
La voluntad de Dios es que el cristiano sea victorioso. Pero, a veces, podemos encontrarnos cayendo una y otra vez en el mismo pecado. El resultado es que nuestra vida de oración estará caracterizada por las promesas no cumplidas de ponerle fin a ese pecado. Le decimos al Señor que anhelamos hacer lo correcto, pero muchas veces nuestro deseo se debilita cuando la rectitud ya no nos resulta conveniente, agradable o útil. Muchos creyentes se enojan con Dios porque no les da la victoria, pero el pecado es siempre elección nuestra, no del Señor. Si una conciencia herida y la infelicidad son el resultado de nuestra decisión de pecar, ¿por qué seguimos pecando? Una razón es la falta de arrepentimiento completo. Es posible que experimentemos tristeza, pena y vergüenza sin estar verdaderamente arrepentidos. La razón es que la contrición no es asunto de llorar o sentirse culpable; más bien, el verdadero arrepentimiento es un cambio de mente en cuanto al pecado para estar de acuerdo con lo que Dios nos dice. El corazón toma una dirección diferente, contraria a la del pecado. La segunda razón del fracaso es un concepto inadecuado de nuestra verdadera identidad en el Señor. El creyente, por ser un verdadero hijo de Dios, tiene a Cristo morando en él para darle poder. Si captamos esta verdad, reconoceremos que el pecado no cuadra con lo que somos, y dejaremos de justificar nuestras falsas. Nuestro verdadero arrepentimiento está basado en el sincero conocimiento de nuestra identidad. Cuando juntamos estas dos verdades, se crea una herramienta poderosa contra Satanás y la tentación.

lunes, 20 de noviembre de 2006

Cómo estabilizar una fe vacilante

Cómo estabilizar una fe vacilante Mateo 21:18-22
Si nuestra fe vacila, eso nos impedirá recibir las bendiciones de Dios. Él no puede violar Su propia norma respondiendo a una oración hecha por alguien que duda. Los creyentes que han decidido tener una fe firme, pueden esperar que el Señor les conceda su petición o incluso algo mejor. Para estabilizar la fe se requieren dos acciones: 1) Creer que el Señor es fiel. Los sentimientos de inseguridad están atados a nuestras circunstancias, pero en lugar de eso nuestra mente y nuestro corazón pueden ser atados al Señor. ?Me niego a seguir dudando de mi Dios?, debe ser el grito de batalla de los creyentes que enfrentan sufrimientos y dificultades. Cuando el Engañador nos susurra desánimo, podemos decirle que sabemos quién es Dios, y que Él hará lo que promete. Satanás no puede argumentar con una fe firme. 2) Leer la Palabra de Dios y creer en Sus promesas. Cuando meditamos en las seguridades que nos da el Señor, nuestra vida diaria se empapa de ellas. A medida que nuestra mente y nuestro espíritu se llenan con los pensamientos del Padre celestial, comenzamos a pensar como Él piensa. Siempre que nos alimentemos con las Escrituras, por medio de un sermón, o un estudio bíblico personal, debemos dedicar tiempo para meditar en el pasaje. Al enfrentar situaciones difíciles y si nuestra fe comienza a vacilar, recordaremos las promesas de Dios y permaneceremos firmes en nuestra decisión de confiar en Él. Los creyentes que estabilizan su fe oran específicamente, de acuerdo a las promesas de Dios. Desde nuestra primera oración, podemos vivir confiados de que Él actuará.

El llamado a la Santidad

El llamado a la santidad 1 Pedro 1:13-2:3
Los cristianos son llamados a “santificarse”, a tener una vida santa. La santidad significa que una persona es apartada por Dios para Sus propósitos. Este proceso de santificación comienza en el momento que recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador personal, y continúa por el resto de nuestras vidas. El Espíritu Santo pone a nuestra voluntad y a nuestros anhelos en armonía con los Suyos. Si nos sometemos a Él, comenzaremos a desear lo que Él desea (Sal. 37:4). Con Su dirección, elegiremos consagrar nuestra conducta, nuestra conversación y finalmente nuestro carácter, a Dios solamente. El Espíritu Santo nos enseña cómo hacer de la santidad un estilo de vida. Dios nos ha puesto donde vivimos y trabajamos, no para ser unos “santurrones” ni para vivir en incubadoras, sino para reflejar verdaderamente quién es Cristo en medio de las personas. Si estamos en el proceso de ser hechos conformes a la imagen de Jesús, entonces cuanto más vivamos y más maduremos espiritualmente, más capaces serán los demás de reconocer al Salvador en nosotros. Nuestros corazones deben ser cada vez más blandos, y nuestra disposición de amar y de servir debe aumentar. Si somos embajadores de Cristo, nuestras vidas deben ser santas; de lo contrario, lo estamos representado mal. Si somos el cuerpo de Cristo, nuestras manos son Sus manos, nuestros ojos son Sus ojos, y nuestros pies son Sus pies. Si dejamos que Jesús hable, ame y sirva a través de nosotros, los demás se verán impulsados a preguntar por qué nuestras vidas son tan vibrantes. El creyente tiene un llamado a la santidad.

El Llamado a Servir

El llamado a servir Juan 13:1-17
Dios nos ha llamado no sólo para recibir salvación; sino también para servir. Fuimos creados para ser Sus servidores, andando en las pisadas de Jesús y dando Su vida a todo lo que tocamos (Ef. 2:10). El servicio al Señor no está reservado a los pastores o a los misioneros. Todo hijo de Dios está llamado al servicio cristiano a tiempo completo, donde esté viviendo o trabajando, y ha sido equipado con dones especiales a tal fin. Las aptitudes que usted tiene se adaptan perfectamente a los planes de Dios y al efecto que Él quiere que tenga sobre los demás (1 P. 4:10). Muchos piensan equivocadamente que la única forma de servir a Dios es dentro de la iglesia, pero hay miles de posibilidades: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23). Si está viviendo una vida de santidad, reflejará a Cristo en “todo” lo que haga. Así como la vida terrenal del Salvador se caracterizó por una actitud de servicio hacia los demás (Mt. 20:28), Sus seguidores también deben ser servidores. ¿Por qué razón, entonces, hay tantos cristianos que prefieren ser servidos antes que servir? El verdadero servicio comienza con un corazón que dice: “Padre, soy Tuyo, y todo lo que tengo es Tuyo. Tú eres mi Señor y mi Dios, digno de todo lo que puedo dar. Mi respuesta es sí a todo lo que quieres que haga, no importa que sea grande o pequeño. Tú has prometido equiparme y ungirme con Tu Espíritu para capacitarme en todo lo que me has llamado a hacer, y por esto estoy aquí como Tu servidor”.

Toby Mac -- Gone